sábado, 28 de noviembre de 2015

De la música congelada (1/2)

Mandelbulb (by Softologyblog)

He tomado una dosis presuntamente baja de LSD con la intención más o menos imprecisa, más o menos pretenciosa, de experimentar su interacción con la música, a través de mi cuerpo, tumbado en la cama con los ojos cerrados y a oscuras.

Estómago vacío.
Cortinas echadas.
Teléfono móvil y ordenador completamente apagados.
Una lista de reproducción con música preparada en orden aleatorio.
En la mesita de noche una vela encendida y un vaso de agua con rodajas de pepino.

Mientras la sustancia comienza a trabajar, en silencio, sin prisas, friego los platos.
Recojo un poco la casa. Los motores van arrancando dulcemente.

Afuera nieva, furiosamente.

Adentro bendigo el calor del suelo radiante.

Más adentro todavía, como miel en un vaso de leche caliente, mi corazón y el presente
se están fundiendo amablemente.

Debe de haber pasado más o menos una hora cuando vuelvo de la cocina y miro la silla en la que llevo años sentándome, tiene algo extraño. La contemplo durante tres o cuatro minutos, no me resulta familiar como de costumbre. Sus proporciones tienen algo grotesco. Su presencia en la habitación es inquietante, no sé si cómica o aterradora.

A excepción de la apariencia de la silla y las sutiles sensaciones corporales habituales no percibo más efectos. Ninguna alteración en la visión. Pienso que quizá la dosis haya sido excesivamente baja. Sin esperar demasiado apago la luz. Me tumbo en la cama. Apago la vela. Auriculares. Cierro los ojos. Completa oscuridad. Enciendo la música.

Al mismo tiempo que comienza a sonar el piano de los primeros compases de "Kozmic Blues" mi visión se inunda con formas vegetales, brutalmente convincentes. Subo el volumen. Entra la batería y con la misma credibilidad aparecen primero piedras, y luego rocas, entre la vegetación.

Cuando todavía estoy empezando a asimilar el impacto que esto me ha producido, entran las guitarras y el bajo, haciendo que ante mis ojos crezcan árboles, en tiempo real. Sólo han pasado diez segundos y estoy en medio de un bosque generado con elementos que se corresponden con la música (esto lo voy comprendiendo a duras penas sobre la marcha) y que por tanto se transforman por momentos al mismo tiempo que ésta.

La voz de Janis es casi imperceptible. Puedo sentirla chafada, sin relieve, como en el suelo.

No me lo puedo creer... la música es, literalmente, tridimensional. De un modo que nunca podría haber sospechado...

Me doy cuenta de que hasta este instante he concebido la música como algo plano, sin saberlo, creyendo que ese era todo su potencial volumétrico. Que profundizar en la música era cuestión de ahondar mental y sentimentalmente en ella. Pero no estaba preparado para una revolución perceptiva de esta dimensión, de modo que sólo puedo rendirme ante la experiencia. Su nivel de realismo espacial es equiparable al de mi estado de conciencia ordinario, pero esto es extraordinario. ¿Cómo es que nadie, nunca, me habló de esto? No hay donde (ni porqué) esconderse. Como si estuviera andado por la calle puedo moverme libremente, a voluntad, por el bosque sonoro que observo transformándose ante mí.

Una vez comprendido esto empiezo a mirar a mi alrededor, en todas direcciones. No hay tregua. Aunque puedo oír muchos más sonidos que de costumbre, no puedo oírlos todos a la vez, como no puedo mirar en todas direcciones al mismo tiempo. Y en cualquier punto al que mire está sucediendo todo un festival de mutaciones encadenadas tan armónicamente como la propia música que representan. Puedo comprender la música por su forma, por su volumen, aunque me resulte imposible retener los detalles.

Comienzo a apreciar que el propio terreno donde está sucediendo todo esto no es plano. Hay zonas deprimidas y zonas elevadas, hay zonas iluminadas y zonas oscuras, zonas con vegetación más densa y zonas más despejadas. Me doy cuenta de que estoy en un sendero, un camino trillado. Pero quién lo ha trillado? ¿Cuánto tiempo lleva este territorio aquí? ¿Qué locura es esta?

Por si no tengo suficiente, en la esquina superior derecha de mi campo de visión puedo ver el bosque en el que me encuentro a vista de pájaro (concretamente un esquema en perspectiva axonométrica), como si fuera un videojuego. Puedo ver simultáneamente a pie de bosque y desde arriba el punto donde me encuentro, el camino trillado al sol y una zona de bosque más denso en sombra.

(Al describir esta forma de navegación podría parecer difícil, pero mientras lo he vivido me ha resultado muy sencillo y natural operar al mismo tiempo con la visión a pie de bosque y la visión a vista de pájaro. De hecho he podido utilizar la segunda para navegar en la primera. Pero ha llegado un momento en que he perdido la visión de pájaro y, literalmente, me he perdido en el bosque de sonido al adentrarme en él. Tanto es así que apenas podía reconocer trazas de la canción... no sabía ni en qué parte de la canción estaba, ni cuánto tiempo llevaba dentro, ni cuánto faltaba para que acabara. La fascinación, la curiosidad y la intrepidez han vencido la incredulidad inicial.)

Una voz me ha susurrado: "¿Ves? Este sendero es por donde tú recorres siempre la canción. Siempre por el mismo sitio, fijándote en las mismas cosas. Y no está mal. Pero esto es un bosque mucho más complejo. Sal del sendero, adéntrate del todo en la canción".

Y eso es justamente lo que he hecho, abandonar el sendero y dirigirme campo a través al corazón del bosque. A medida que me alejaba del camino trillado he comenzado a oír nuevos sonidos en los que nunca antes había reparado: guitarras rugiendo, gemidos, soplidos, respiraciones, golpes de baqueta, cuerdas tensándose... que más allá de ser fenómenos estéticamente sublimes inadvertidos antes por mí, ahora conseguían hacerme llegar lo que yo he sentido como la esencia de su condición material, del lugar, del momento y de la intención que los generó.

Las trompetas... ("Dios mío... a ver qué van a hacer las trompetas..." me digo riendo nerviosamente a carcajadas...) dibujan algo así como lianas que cruzan el cielo, por encima de los árboles, como serpentinas vegetales de varios colores. El bosque es una fiesta antonomásica donde se celebra la música y la vida.

La voz de Janis, que permanecía semitransparente en segundo plano, de repente se hincha y se eleva, justo para que yo pueda distinguir clarísimamente cuando dice "I say you are gonna live you life, and you are gonna love your life...". Esto me hace sentir como si el pecho se me abriera para recibir su mensaje directamente, de corazón a corazón, sin filtro, como si ella me lo estuviera diciendo a mí a la cara, a un palmo de distancia, gritándome, mirándome a los ojos desesperada, mientras me coge de los hombros y me sacude para despertarme de un sueño en el que recaigo cada vez que me relajo porque olvido la maravilla, el honor y el privilegio que supone estar vivo en cada instante.

Tras esto el bosque ha desaparecido y comienzo a llorar y reír al mismo tiempo como nunca, absoluta mente nunca antes, por todo y por nada, de alegría y de pena, de placer y de dolor, 
por mí y por ti, por la vida y por la muerte. Ahora ya no hay bosque y surco un espacio abstracto a la velocidad del sonido de la música que nos está transportando.

La batería es el chasis del vehículo sobre el cual atravieso el espacio exterior. El bajo y las guitarras son la carcasa de cuerdas vocales que se va deformando elásticamente para hablarme sin palabras del universo a escala macro y micro al mismo tiempo. Los gritos de Janis suenan a orgasmo cósmico. Las trompetas son cometas que me acompañan a lado y lado, casi puedo tocarlas. Y entonces, cuando siento que ya no puedo más, que me voy a fundir o desintegrar (y que no me importa) si esto va a más, el volumen empieza a decrecer y con él se va apagando la escena de forma tan precipitada como liberadora. Se hace un silencio arrasador.

Abro los ojos y todo desaparece de mi vista inmediatamente. Necesito parar en seco y canalizar toda esta intensidad, mis sentidos están desbordados... Me siento incapaz de escuchar otra canción del tirón. Necesito silencio. Me quito los auriculares eléctricamente de un impulso, como si quemaran. Siento como si mis ojos hubieran estado mirando un fuego sagrado o una luz primaria durante años... como si necesitara descansar un par de siglos. Estoy desorientado espacialmente, ardiendo el pecho y la cabeza, congelado el resto del cuerpo, temblando, empapado en lágrimas en un lugar más allá de la emoción, hundido en una certeza tan profunda como incomprensible que al mismo tiempo me hace flotar.


domingo, 30 de noviembre de 2014

De los experimentos con gaseosa


Al decir las palabras adecuadas se abrirán, 
ante ti, 
laberintos y ventanas...

"Experimentos con gaseosa", Los Planetas.


Eso parece, exactamente,
como si hubiéramos dicho las palabras adecuadas.

Y todos esos otros mundos, supuestamente imposibles,
se han dibujado imprecisos en el horizonte.
Pero se han dibujado.

Nosotros hemos hecho lo que teníamos que hacer: ser curiosos pero respetuosos, informarnos, tener la mente abierta, ser prudentes, pero valientes también. Hemos hecho los deberes. Vencido el miedo y la ignorancia.
Y los misterios más hondos se han puesto a danzar, delante nuestra, para nosotros.
Bajo una luz difusa y confusa.
Pero han danzado.

El sentido global de todo ello, incognoscible, citando a McKenna, quizá no se trate de un secreto cualquiera. Quizá se trate de El Secreto. Aunque parece que no hay manera de averiguarlo. Pero se puede experimentar con ello. Vivirlo. Y traer a esta parte corriente del mundo emociones sublimes, incontenibles e inexpresables al mismo tiempo. Lecciones y revelaciones casi siempre intransferibles. No es poca cosa para un humano.

Los seres queridos y los seres desconocidos que no quieren asomarse a estas dimensiones de la realidad pasan de largo, nos saludan como si nada estuviera ocurriendo. Como si el mundo que llamamos "normal" fuera el único. Y nosotros hacemos lo mismo con ellos. Nos comportamos como si no hubiéramos visto las cosas que hemos visto. Y como ellos no pueden imaginarlas, como a nosotros mismos nos faltan muchas por ver y nos faltan palabras, como no sabemos ni lo que sabemos, como tampoco lo entendemos...
todo queda guardado en el abandonado pajar de la inefabilidad, que siempre vence.

Lo que nos ha sido parcialmente desvelado a través de las ventanas del espacio y del tiempo no son verdades, ni respuestas. Sólo esperan (de nuevo McKenna) nuevas preguntas. Más laberintos y más ventanas.

Pero qué ventanas... y qué laberintos...

Haber visitado algunas de las "regiones y praderas puras" de Plutarco, recibidos "con las voces, las danzas, la majestad de las formas y los sonidos sagrados", transportados por las aguas más cálidas, antes de que llegue el duro invierno, que llegará... no vamos a olvidarlo jamás.

Y sigo llorando, tras cada viaje, por la bella impotencia de no saber transmitirlo mejor.

miércoles, 2 de julio de 2014

LSD: toneladas de aprendizaje y emoción

 

(En esta entrada no se promueve el consumo de fármacos visionarios, pero se habla de ellos. 
Por favor, si no lo has hecho, lee la advertencia general al respecto)



Esta vez quiero ver amanecer.

El despertador ha sonado a las cuatro de la madrugada. A las cinco ya estoy en la playa, una rocosa, razonablemente aislada, para ver salir el Sol. A las cinco y media en punto he tomado dos gotas de LSD, sentado en las rocas.

Miro al horizonte, y atiendo al sonido del mar.

Al cabo de veinte minutos comienzan las ya familiares sensaciones físicas de energía contenida en el pecho y el estómago, la ligera ebriedad. Certeza de que las moléculas están trabajando. Tras tres cuartos de hora he mirado mis pantalones y un verde ridículamente extraordinario me ha indicado que ya estoy empezando a despegar.

Las nubes se transforman, aparecen y desaparecen, a una velocidad emocionante. Y el Sol, cuando empieza a asomar, tiñe la escena con la paleta de colores de alguien que sólo puede ser un loco, o un dios.
Veo los tonos cambiando al segundo, a medida que amanece. El sonido del mar estremece. Durante diez minutos simplemente he llorado, sin parar, de pura belleza.
Lloro todavía más al pensar que nadie podrá responderme si acaso las lágrimas y la belleza no son exactamente la misma cosa, distintas fases de un mismo proceso, que quizá incluya también la sonrisa. Y probablemente la muerte.

[...]

Cada vez me acostumbro más, gracias a los viajes psicodélicos, a tener que abandonar paraísos perfectos, porque sé que al mismo ritmo que los abandono se destruyen, y otros nuevos se construyen frente a mí. Dejo atrás el Sol, el cielo y el mar. Me adentro en el bosque.

[...]

Sigo andando hasta llegar a un torrente sin agua. La idea de recorrerlo, hacia arriba, súbitamente me parece un plan perfecto, y me dejo llevar. Comienzo a andar pero me paro en seco porque oigo un zumbido: en medio del torrente, a un palmo de la cara, tengo el centro de una tela de araña. Con un palo, y con cuidado, la retiro.
Observo la reacción de la araña: su prodigiosa estructura está compuesta de una bellísima jerarquía de polígonos concéntricos que a medida que voy rompiendo, poco a poco, dejan de servirle de sustento. Cuando un nivel interior de la estructura se rompe, ella salta a un nivel exterior de forma inmediata. De este modo, si la tela se rompe por el centro (lo más probable, porque es la parte más densa y que está en el eje del torrente, donde hay más trasiego de animales y personas), ella siempre tiene un tirante de orden superior donde agarrarse. Y como en última instancia los polígonos más externos de la estructura están conectados directamente a ramas de árboles o arbustos, en caso de que la tela se rompa para entonces la araña, de forma natural, se encuentra cerca de un lugar seguro. Maravillosa optimización.

Continuo andando, torrente arriba, y no hago más que ver por todas partes lo que parecen telas de araña, pero sin el patrón geométrico central característico. Cuando me empieza a resultar sospechosa tal abundacia, por fin, decido acercarme a una de ellas, y examinarla con detalle: corresponde a otro tipo de arácnido o insecto?
Para mi sorpresa y perplejidad tales telas no están cuando intento tocarlas, pero puedo verlas. Me muevo, y su desplazamiento relativo en mi campo visual, respecto a los elementos que las soportan (ramas, piedras...) y respecto al fondo, es totalmente coherente. Renuncio a entender qué demonios son, y si son reales. Pero su coherencia geométrica, y que puedo verlas en cualquier sitio donde centre mi atención con ese propósito (a voluntad, como si activara un dispositivo especial en mi visión) me deja totalmente fascinado, y emocionado.
Si son reales, en estado normal no podemos verlas, pero están ahí, colaborando a construir o directamente soportando la estructura física de la realidad.
Si no son reales todo mi respeto y admiración al mecanismo alucinatorio que las genera: su grado de credibilidad es increíble.
Me viene a la mente la frase de Picasso: "Todo lo que puedas imaginar es real".

[...]

Oigo de lejos, sin verlo, un coche. Y me digo: "La policía".
Estoy tan seguro de que son ellos que ni siquiera me sorprende comprobar que, efectivamente, por el camino de tierra que bordea el torrente, a unos cincuenta metros, viene un coche de policía. Se cruzan conmigo, me miran sin saludar y pasan de largo. No debe ser del todo habitual que una persona ande, a esas horas, por allí. Y además no sé a ciencia cierta si quizá he invadido, sin quererlo, alguna propiedad privada. Y si ello me podría traer problemas.
Como llevo cuatro gotas más en la mochila, como seguramente mi sonrisa o mi cara de fascinación permanentes delatan algo raro en mí, y como al fin y al cabo, tristemente, estamos hablando de una sustancia ilegal, comienzo a pensar aceleradamente en todas las posibles consecuencias de que me paren y me registren. "Tienes que mantener la calma, pequeño psiconauta..."
En ese estado moderadamente paranoico me digo que "si salgo de esta" lo primero que haré es volver al coche a dejar el resto de la sustancia, para no exponerme y poder derivar tranquilo... Y eso hago, en cuanto los pierdo de vista.
Dentro de mi coche bebo agua, descanso un poco de tanta información. Me miro al espejo. En la piel de mi cara puedo ver texturas que me recuerdan (desde la ignorancia) lo que describiría como "motivos mayas" o "motivos aztecas". Son composiciones en relieve que puedo ver allí donde quiera verlas. Dudo por un momento de si tienen algún tipo de significado. Para ponerlo a prueba pienso en algo absurdo para mí, como el escudo de la bandera de España. Y automáticamente aparecen sobre mi cara, en relieve, composiciones fractales basadas en el escudo. La sustancia parece estarme diciendo "yo puedo hacerte ver lo que quieras". Pero al mismo tiempo me dice que debo "aprender a diferenciar lo que son caprichos de lo que son mensajes cargados de verdadero significado". Queda tanto por aprender y experimentar...

Salgo del coche, me dirijo de nuevo a la costa. Me siento a contemplar el mar, cuyas corrientes me parece "entender" perfectamente. Pienso que si fuera un pez, o una tortuga, podría recorrerlas del modo más eficiente, por pura intuición.

[...]

Centro la atención en las plantas de mis pies. Los dibujos papilares me resultan de una complejidad y belleza que nunca antes me había molestado en apreciar y disfrutar. Nunca antes las he observado con toda esta carga emocional, reconociendo en ellas algún tipo de código que no comprendo, pero que siento como si perteneciera a nuestra esencia humana. Acuden a mi mente las Líneas de Nazca. Paso lo que han debido ser más de quince minutos acariciándome las plantas de los pies, y poco a poco establezco un vínculo sentimental inédito con ellas. Empiezan a parecerme seres vivos, de una humildad excepcional. Y de repente pienso que en mis casi treinta años de vida nunca, ni una sola vez, les he agradecido que me hayan llevado a todos los sitios a los que me han llevado. Nunca les he dado las gracias por estar ahí abajo, sosteniendo en la sombra todas mis intenciones de desplazamiento. Haciendo su trabajo en silencio y sin pedir nada a cambio. Lloro profundamente al darme cuenta de mi desconsideración. Nunca más, pequeñas... Gracias, gracias, gracias...

Sigo centrando mi atención en la piel, esta vez de los brazos.
Literalmente puedo ver a través de ella. (Y recuerdo que nada de lo que cuento es ficticio). La estiro, y comprendo que la piel es transparente, que los responsables de la opacidad son la carne y otros tejidos. Pero la piel es transparente, y hay varias capas. Y puedo verlas.
Puedo ver también, con más dificultad, las venas, los capilares y los músculos. Pienso si podría verme también los huesos, de haber tomado una gota más.
Abro mi mano todo lo que puedo. Observo la carne tensada de la palma, que se me aparece como carne de supermercado, pero aún viva, contenida tras una lámina de plástico. Esta visión en parte me horroriza. Pero ante todo me recuerda lo que tenemos de máquina física, prodigiosa y burda al mismo tiempo. Carne que se mueve mecánicamente, atrapada tras una piel que la contiene.

[...]

Tras todo lo visto, sentido y vivido, al llegar a casa, abrazar a mi madre y a mi abuela tiene una significación especial. Me conmueve por dentro de un modo nuevo, porque las veo como he visto mi mano, como máquinas de carne. Y sin embargo vivas.
El vínculo que nos une se recubre de un sentimiento agridulce y confuso, por la combinación entre lo atroz de verlas como si fueran mecanismos y el profundo sentimiento de amor que me generan al mismo tiempo. Intento hablarles, con normalidad, pero no es posible. Mi boca y mi lengua van mucho más lentas que mis pensamientos, y mis intentos de verbalizar cualquier cosa desembocan en tartamudeos y monólogos que se tropiezan.

[...]

Son las 12 de la mañana, y ya de bajada, me tumbo en la cama.

Completamente a oscuras escucho música. La voz de Jim suena como si lo estuviera tocando. Los gritos de Janis me desgarran más que nunca. Y cierro el viaje, quedándome dormido, mientras me pierdo literalmente en los paisajes tridimensionales que las últimas creaciones de Keaton Henson consiguen evocar en mi mente.

Dos gotas que se han intercambiado por toneladas de aprendizaje y emoción.
Buen trato.

Me reafirmo, cada vez más, en la convicción de que hay que luchar para conseguir que cualquier ser humano pueda permitirse vivir este tipo de experiencias.

jueves, 2 de mayo de 2013

De las conexiones empíricamente comprobables

 

(En esta entrada no se promueve el consumo de fármacos visionarios, pero se habla de ellos. 
Por favor, si no lo has hecho, lee la advertencia general al respecto)

En favor (y en contra) de la experiencia psicodélica se argumentan muchas veces conexiones: con la naturaleza, con el cosmos, con los demás... con el Todo, con Dios, con el Overmind... con culturas de otros tiempos (pasados y futuros), con civilizaciones extraterrestres (o intraterrenas)...

Además de que pueden ser difíciles de explicar su credibilidad tiene el obstáculo esencial de que principalmente no son demostrables en los términos que exige el método científico. Y que éste esté limitado por las herramientas de análisis no parece inquietar a los defensores de la razón contemporánea (que es la de ahora: ayer fue distinta y mañana, previsiblemente, también lo será).

Más bien al contrario los límites de la ciencia parecen otorgar seguridad a mucha gente: no lo consideran un límite por impotencia, sino por "agotamiento de la cuestión". Consideran que no hay mucho más que descubrir, que sólo quedan los detalles, la escala... porque la esencia general de la realidad ya la hemos captado.

Pero los defensores de esas conexiones aprovechan también que sus teorías, aunque no son demostrables, muchas veces tampoco son falsables. Terreno abonado para sus fantasías.

Pongamos todas estas cuestiones y posicionamientos a un lado, apartados. Propongo olvidarlos por un momento.

Un solo argumento, partiendo de cero:

En la experiencia psicodélica uno conecta con una versión de sí mismo que posee un tipo de lucidez inédita, desconocida por completo antes de la experiencia para el sujeto mismo.

Habrá a quien ésto no le parezca suficiente. Y habrá quien dude de que sea cierto. Si yo pensara lo primero o lo segundo me aseguraría de que no es el miedo y/o el desconocimiento el que me lleva a esa conclusión.

Mi experiencia personal es que nunca podría haber imaginado que iba a ser capaz de mirar de un modo tan diferente, tan aparentemente profundo y revelador.

"¡Pero son profundidades y revelaciones sólo aparentes!", argumentan algunos antes de haberlo experimentado, queriendo decir que de fondo son falsas. Y aquí se evidencia definitivamente para mí: miedo y desconocimiento.

Comprobar empíricamente la conexión con esa otra versión de uno mismo está a tan solo unas semanas de intensa práctica meditativa bien dirigida. E incluso, tomando las precauciones correspondientes, mucho más cerca: a un distancia de 0'15 miligramos de dietilamida de ácido lisérgico.

martes, 30 de abril de 2013

Extracto 01: sobre los modelos y la experiencia

◄ 

Dice Tom Campbell:

"Un modelo es un dispositivo intelectual que los teóricos usan para alcanzar conocimiento concreto de un concepto abstracto. [...] El modelo podrá parecerse a la realidad que describe o simplemente describirá sus "inputs" y "outputs". Pero en cualquier caso no hay que confundir el modelo de realidad con la realidad misma. [...]

Sin experiencia directa, el modelo permite un grado de comprensión imposible de obtener de otro modo. Con experiencia directa limitada, el modelo te permite situarla en el contexto de una estructura lógica consistente. Para aquellos con suficiente experiencia como para haber incitado curiosidad y la formulación de cuestiones prácticas, el modelo ofrece una rica interpretación de los datos (experiencia, información, fragmentos de verdad...) que de otro modo parecerían desesperanzadamente aleatorios e inconexos. [...]

Si tienes suficiente experiencia directa, y una comprensión profunda de lo que está siendo modelado, el modelo resulta superfluo."


Pues eso: a buscar modelos, a modelar y, sobre todo, a experimentar.

viernes, 12 de abril de 2013

De la experiencia de la información

◄ 

La información no es una sustancia inocua para los humanos.
Los modifica, poco o mucho, irreversiblemente.

Puede que incluso en última instancia, como sugiere McKenna, seamos sólo código.

La experiencia psicodélica, según Huxley (a través de Bergson?), tendría algo de abrir las "válvulas reductoras" del cerebro que garantizan el instinto de supervivencia a costa de bloquear gran parte de la información que nos llega, la que parece no debió ser indispensable en el proceso evolutivo. Al abrirlas, entonces, la información entraría (y entra) como un torrente de caudal inédito. Y qué sabemos de las criaturas que habitan las antípodas, los abismos y los cielos de la conciencia...

En la que fue mi primera vez,
un día en que el mundo podría haberse acabado,
bajo un cielo barroco
mientras mis ojos como planetas líquidos y oscuros se inundaban

por nada y por todo a la vez

mientras sentía cómo estaba siendo modificado
por información de una crudeza cristalina y amable

pensaba que sería imposible que la experiencia psicodélica, procesada con respeto y potencia, y sin apego, no cambie a los humanos para mejor. Electrónicamente imposible, como un circuito de silicio que no concibiera otra opción.

Que se corre el riesgo
de desperdiciar la oportunidad
de ensanchar los confines del alma

Pero que nunca podría, la vida, ir a menos tras algo así.

Información pura que atraviesa un cuerpo adulterado, y produce un efecto.

Y que como está codificada por la pura vida misma
el resultado sólo pudiera
ser más vida.

Sistema de flechas

Las entradas van siempre encabezadas por cuatro flechas. 

Éstas indican cuatro actitudes diferentes, a nivel personal, respecto a la psiconáutica:


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Hacia arriba
Sujetos que otorgamos a la psiconáutica la categoría de experiencia indispensable para comprender (algo más) esta faceta de nuestra condición humana. Al mismo nivel que el resto de experiencias esenciales. Damos por hecho que hay toda una realidad extraordinaria más allá de lo que pueden captar los sentidos en su estado ordinario. Por ello promovemos, como mínimo individualmente, la experiencia psiconáutica.

 
Hacia adelante
Sujetos leve, moderada o altamente partidarios de la experiencia psiconáutica, en sí mismos y/o en los demás. Muy tolerantes en cualquier caso. Conscientes de que hay una realidad más allá de la percepción ordinaria. Razonablemente prudentes. Con prejuicios o preconcepciones líquidas. Consideran que la experiencia psiconáutica puede ser prescindible o sustituible.

 
Hacia atrás 
(actitud mayoritaria, según mi experiencia)
Sujetos escépticos en el sentido negativo del término, ya que por un lado pasan por alto (consciente o inconscientemente, en la teoría y/o en la práctica) las evidencias de que hay más realidad de la que percibimos. Y por otro lado su propio escepticismo fuerte les bloquea la posibilidad de experimentar sin prejuicios o preconcepciones sólidas, lo cual les impide alcanzar efectos observables por ellos mismos. Normalmente les caracteriza la falta de inquietud espiritual, un racionalismo religioso que frecuentemente ha derivado en un materialismo patológico o directamente una creencia religiosa incompatible. Mayormente su actitud está fundamentada en desinformación y falta de coraje.

 
Hacia abajo
Sujetos que han convertido su desinformación, cobardía y/o insensibilidad extremas en rechazo total, miedo y/o incluso activismo contrario al desarrollo personal del que potencialmente también ellos son capaces, aunque probablemente morirán sin tan solo haberlo sospechado.

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Como en tantas otras cosas: las definiciones son estáticas, a diferencia de lo definido, que suele ser ambiguo y cambiante. Tómate esta ordenación como una herramienta práctica ante la necesidad de clasificar los contenidos en los casos en que de forma especial se argumenta más (a favor o en contra) de una de actitud específica, se la referencia de forma más evidente, o se considera que el contenido de la entrada está vinculado más estrechamente con ella.

Cuando las cuatro flechas están resaltadas a la vez quiere decir que el contenido no tiene una vinculación concreta con una u otra actitud.

lunes, 8 de abril de 2013

Advertencia general sobre fármacos visionarios

En este blog con frecuencia se citarán fármacos visionarios que conducen a experiencias psicodélicas (del griego psyche "alma" y delein "manifestar").

Estas sustancias son llaves que abren las puertas de la percepción. Pueden invocar paraísos e infiernos dificilmente comparables. Por ello hay que tomar unas precauciones que nadie con dos dedos de frente aconsejaría pasar por alto.

Utilizarlas sin haberse informado previamente con profundidad, seriedad y respeto es ante todo una insensatez. Una estupidez. Y además una irresponsabilidad brutal, con uno mismo y con los demás.

El mínimo obligatorio insuficiente que uno debe consultar, desde mi punto de vista, es la ficha correspondiente en Erowid y lo que la poética y económica lucidez de Antonio Escohotado tenga que decir al respecto.

Muchos fármacos visionarios se caracterizan por una toxicidad, factor de tolerancia y/o capacidad adictiva prácticamente nulas, escandalosamente inferiores a las que corresponden al alcohol o al tabaco, por ejemplo. Sin embargo también los hay peligrosos a nivel fisiológico, comparables al alcohol e incluso superándolo en ocasiones.

Los riesgos psíquicos son una cuestión compleja y polémica. De nuevo el proceso personal de información es la mejor recomendación para superar los miedos absurdos y las leyendas urbanas, así como mantenerse atento a lo que se consideran riesgos reales.

Consejo de sentido común: ante todo precaución e información.

"Si tiene la más leve duda, no lo pruebe" (R.G.Wasson).

En resumen, como insistió Terence McKenna infinidad de veces: si te interesan estas sustancias, primero de todo, tienes que hacer los deberes. Y hacerlos bien.

domingo, 7 de abril de 2013

Introducción de bienvenida

◄ 

A lo que más me apasiona últimamente he conseguido por lo menos, ya me parece mucho, ponerle nombre: psiconáutica. 

Siendo superficialmente pragmáticos el significado es inmediato: "navegación del alma".

Pero siendo mínimamente exigentes la definición se complica. Para variar, a la RAE no le consta. La wikipedia en inglés no es mala toma de contacto. Pero el problema principal es, por un lado, el origen griego "psychē", traducido al inglés como "soul, spirit, mind", al castellano como "alma", lo cual nos deja casi peor que al principio, porque nada o casi nada sabemos los humanos al respecto. Y por otro lado la consabida incapacidad del lenguaje para transmitir experiencias, directamente proporcional a la necesidad que tendríamos de transmitirlas. De lo cual se deduce que, los que consideramos la difusión de la psiconáutica como necesaria, tenemos un problema.

Sea lo que sea el alma este blog se va a componer de argumentaciones a favor de navegar por ella. Tampoco sabemos qué es el mar, ni el espacio, y los surcamos sin reparos. 

Mi única conversión de relevancia, de un ateísmo que ni yo mismo entendía a un agnosticismo que quizá tampoco entienda, a través de la psiconáutica ha dado paso a una versión agnóstica de mí que considero más neutral todavía. Todo es posible. No de cualquier forma, pero todo es posible.

La cresta de esta cordillera es para mí tan delgada que pienso que la psiconáutica

o lo es todo,
o no es nada.

Aunque no estamos los humanos en condiciones saberlo.

Distanciándome de cualquier creencia religiosa, de los adeptos y fanáticos de uno y otro bando que necesitan creer saber cómo son las cosas, me siento muy cómodo en el limbo existencial que nos corresponde.

Nacidos demasiado tarde para explorar La Tierra, demasiado pronto explorar la galaxia. Pero en un tiempo ideal para explorar el mundo interior.

Lo que sí tengo claro es que las últimas verdades no pueden expresarse con palabras. Pero lo inefable puede, afortunadamente, experimentarse parcialmente. Y aunque sea sometidos a la tiranía del lenguaje podemos ciertamente cavilar sobre lo que la experiencia nos dejó entrever.

Con eso, y compartirlo con algunas personas, me basta.

Para eso, y para intentar ordenar tanta información, este blog.

Sed bienvenidos. Buena suerte.