En este blog con frecuencia se citarán fármacos visionarios que conducen a experiencias psicodélicas (del griego psyche "alma" y delein "manifestar").
Estas sustancias son llaves que abren las puertas de la percepción. Pueden invocar paraísos e infiernos dificilmente comparables. Por ello hay que tomar unas precauciones que nadie con dos dedos de frente aconsejaría pasar por alto.
Utilizarlas sin haberse informado previamente con profundidad, seriedad y respeto es ante todo una insensatez. Una estupidez. Y además una irresponsabilidad brutal, con uno mismo y con los demás.
El mínimo obligatorio insuficiente que uno debe consultar, desde mi punto de vista, es la ficha correspondiente en Erowid y lo que la poética y económica lucidez de Antonio Escohotado tenga que decir al respecto.
Muchos fármacos visionarios se caracterizan por una toxicidad, factor de tolerancia y/o capacidad adictiva prácticamente nulas, escandalosamente inferiores a las que corresponden al alcohol o al tabaco, por ejemplo. Sin embargo también los hay peligrosos a nivel fisiológico, comparables al alcohol e incluso superándolo en ocasiones.
Los riesgos psíquicos son una cuestión compleja y polémica. De nuevo el proceso personal de información es la mejor recomendación para superar los miedos absurdos y las leyendas urbanas, así como mantenerse atento a lo que se consideran riesgos reales.
Consejo de sentido común: ante todo precaución e información.
"Si tiene la más leve duda, no lo pruebe" (R.G.Wasson).
En resumen, como insistió Terence McKenna infinidad de veces: si te interesan estas sustancias, primero de todo, tienes que hacer los deberes. Y hacerlos bien.
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